Castillo de Urueña: Historia y visitas

Los castillos de Valladolid despiertan el sentido de aventura de cualquiera por más de una razón. En esta oportunidad os contaremos sobre una fortaleza pequeña en tamaño, pero no en valor histórico. Se trata del Castillo de Urueña, una fortificación que sirvió de hogar para algunos de los personajes más importantes de la nobleza castellana.

Pese a sus dimensiones, este enclave fue codiciado a lo largo de los siglos, debido a la proximidad que tenía respecto a la línea fronteriza.

Al presente, sus antiguas instalaciones son empleadas como cementerio, sin embargo, aún conserva el carácter que todo castillo medieval posee.

Historia del castillo

Para contar la historia de esta fortaleza debéis saber primeramente cuán importante resultaba su emplazamiento en el pasado. Al efecto, su ubicación estratégica en la línea de páramos suponía un lugar de gran relevancia para los antiguos reinos de Castilla y León.

Su construcción se inició alrededor del S.XII con la finalidad de proteger un castillo anterior edificado sobre una fortaleza romana construida en el siglo XI. El artífice tras su creación fue Fernando I de León.

Un siglo más tarde la hermana de Alfonso VII, la infanta D. Sancha ordenó la construcción de las murallas, trazando un perímetro ovalado. En aquel entonces, Urueña formaba parte del Infantazgo de Valladolid.

Al morir el noble Alfonso VII en 1159 se acordó dividir el nuevo reino entre sus hijos, tal como estipulaba en su testamento. De esta forma, Sancho III se convirtió en el rey de Castilla y Fernando II se coronó como rey de León. En consecuencia, la villa de Urueña pasó a manos del último hijo, quien dotó de autoridad al teniente Fernando Ponce.

Así, tanto la villa como el Castillo de Urueña quedaron a la sombra del poder leonés hasta el año 1181t tras ser conquistada por las tropas castellanas. Dos años después, se firma el Tratado de Fresno-Lavandera, el cual delimitó las fronteras entre ambos por un período de diez años. Esto benefició a los castellanos, dado que Urueña quedó a su resguardo como una de las últimas plazas del territorio.

A su vez, una cláusula de este tratado restringía el derecho del rey castellano a construir fortalezas en determinadas poblaciones, excluyendo a Urueña. Dicha excepción instó a Alfonso VIII a alzar una fortificación que asegurara el control de la villa.

El castillo de Urueña en años posteriores

Durante el reinado de Alfonso IX poblaciones pasaron de nuevo al patrimonio leonés, como: Urueña, San Cebrián de Mazote, Villagarcía, entre otras. Este hecho fue ratificado en 1218 con la celebración de la firma del Tratado de Toro.

Tiempo después, la villa de Urueña ganó protagonismo al iniciar las guerras civiles de Pedro I, entre 1350 y 1369. Al posicionarse Juan I en el poder, Urueña pasó a manos de los infantes de Aragón. Esto continuó hasta el siglo XV, cuando la villa retornó a Juan II, en 1430.

Pese a todo, la situación duró poco, pues el rey castellano resolvió devolver los derechos de Urueña a D. Juan de Aragón. Luego, al cesar la batalla de Olmedo, la familia Girón quedó al mando de la villa durante el mandato de los Reyes Católicos.

Entre otros hechos relevantes, el Castillo de Urueña sirvió de vivienda a grandes ilustres de la historia española como la reina Urraca. De hecho, su presencia dio origen al nombre del torreón. En pleno siglo XIV, también fue recluida en la fortaleza María de Padilla, por órdenes de su amante Pedro I. La historia cuenta que ambos amantes se visitaban estando el noble desposado con Blanca de Borbón.

Al servir de prisión, el castillo albergó a la princesa Beatriz de Portugal, quien contrajo nupcias con el señor de Cigales. Igualmente, fue retenido en Urueña el conde Urgel Jaime II al ser derrotado en el Compromiso de Caspe. Entre sus muros también pagó condena el conde Pedro Vélez, acusado de tener amoríos con una prima de Sancho III.

Actualmente, el Castillo de Urueña sirve de cementerio municipal, por tanto, sólo es visitable la parte de los adarves y sus alrededores.

Arquitectura del castillo

El recinto en cuestión está situado al borde del páramo; su magnífico enclave lo dota de gran visibilidad respecto al territorio. A pesar de su mal estado de conservación aún conserva dos puertas entre las que destaca la denominada Azogue. Esta presenta un estrecho corredor, cuyo acceso protege un cubo de planta circular. Al sur del trazado se sitúa la puerta que conduce a la villa.

Del trazado que veréis en el presente podréis apreciar algunas reconstrucciones realizadas recientemente en el siglo XX. La parte más ardua del proyecto se llevó a cabo en el sector sur de la muralla, en el área próxima al castillo de Urueña. A diferencia del punto con menor defensa natural, el resto de la fortificación goza de especial defensa avanzada.

Todo el recinto se asienta sobre una planta rectangular con cubos circulares en las esquinas y los paños. Estos se unen con la muralla por una cortina de pendiente pronunciada que era perpendicular a la muralla.

Dicha cortina finaliza en una torre con forma de tronco nombrado el Torreón de D. Urraca; tal como os mencionamos anteriormente. Esta ocupaba la esquina sureste del recinto amurallado que, en el pasado, perteneció a las defensas del castillo.  

Muchos de los muros están desaparecidos, algunos de ellos cerraban el perímetro y formaban una especie de barbacana que protegía el acceso al fuerte.

Visitas al castillo de Urueña

Si bien, no podréis ingresar al interior del castillo, dado que es un cementerio, si podéis explorar sus alrededores.

También tendréis la oportunidad de realizar dos recorridos por el adarve que traza la muralla. El primero está ubicado en el extremo sur; entre el castillo y la Puerta de la Villa. Desde aquí veréis el valle de la ermita de la Anunciada y las ruinas del antiguo monasterio de Benedicto del Bueso. El segundo lo hallaréis en el lienzo oeste, entre la Puerta de la Villa y el mirador de la torre nueva.

Para finalizar, cerca de la fortaleza hallaréis la Laguna de Urueña desde la cual podéis tomar las fotos más espectaculares con el castillo de fondo.